Esta semana, en Sentir en Verso, se respiraba la suerte, eso que conocemos como una fuerza que determina los hechos o como esos sucesos que se consideran predeterminados para la vida de alguien.
A modo de frase hecha, deseamos suerte cuando queremos que a alguien le vaya bien. Sin embargo, la suerte, en la mayoría de los casos, tiene más que ver con el esfuerzo y el trabajo, aunque contiene ese matiz que ocurre dentro de un resultado, casi con un tinte mágico.
Cuando pensamos en suerte, se nos vienen a la cabeza palabras como coincidencia, destino, casualidad o causalidad. Y es que hay distintas formas de ver la fortuna.
Kant decía que la naturaleza es la arista que ordena todas las cosas y se manifiesta con los guiños que hace el destino. Esos guiños podemos identificarlos como el azar.
En “No culpes a nadie”, Neruda habla sobre enfrentar la suerte y no dejar que nos determine o nos coarte. Coincide, en cierta manera, Baltasar Castro, que considera que la suerte es lo que hacemos de ella y que podemos modificarla cambiando la perspectiva.
Eduardo Galeano piensa en la desgracia de “los nadies”, que sueñan con todo eso que no tienen. Y Alberto Cortés reflexiona sobre una suerte más pura como la de simplemente haber nacido.
También se identifican a menudo en la poesía las casualidades en el amor, en esos encuentros con la persona indicada.
