Los límites de la libertad

Libertad, la palabra que todo ser humano desea en lo más profundo de su ser.  El concepto que filósofos y pensadores han intentado congelar en definiciones, pintores plasmar en sus lienzos y cantautores proclamar en sus canciones.

La idea que tantas ideologías han querido implantar por diferentes atajos. Unas con el objetivo conseguido y otras tantas fracasando en mitad de sus caminos.

¿Pero qué es la libertad?

Para poder llegar a tener una experiencia de ésta marchémonos a la Málaga de hace justo 198 años.

En la playa de San Andrés, el general y político liberal José María Torrijos y sus compañeros caen en la trampa de las autoridades absolutistas y son fusilados en las arenas del mar malagueño.

Éstos liberales de la época surgen debido a su disconformidad para que se mantuvieran las estructuras del Antiguo Régimen. El Rey tenía la libertad de ultrajar a los demás y de imponer su criterio sobre el resto.  Ante esto surgen las Juntas locales o provinciales, Junta Suprema Central y un Consejo de Regencia, germen de unas Cortes Constituyentes. Llegamos a la conclusión que para preservar la libertad hace faltan contrapesos de poder comenzando por las instituciones y por consiguiente se crean.  Las Cortes de Cádiz recogieron el principio de la división de poderes en los artículos 15, 16, y 17 de la Constitución de 1.812 a fuerza del ideario liberal. Ésta atribuía la potestad legislativa a las Cortes con el Rey; la potestad ejecutiva, al Rey y la potestad judicial a los tribunales. El Rey, aunque preservaba un importante poder ya no tenía la libertad de hacer todo por su puro antojo.

El Rey se abraza a la libertad y enarbola su bandera para justamente destruir la libertad. Comenzando por la libertad de vivir de aquellos liberales fusilados.

Y es que ya en aquellos tiempos como en estos, no es que hubiera diferentes concepciones de la libertad, es que directamente la palabra quedaba rota como diría el poeta Luis García Montero. Las palabras se tergiversan de manera que agonizan, porque si cambiamos el nombre de las cosas también cambiarán las conclusiones sobre esas cosas, en la medida que las palabras son creadoras de situaciones, sistemas, normas y sociedades. Muere así su sentido y se prostituye su fin.

El Rey se veía con la libertad de ultrajar a todos impunemente. En nuestros días, sectores que enarbolan todos los días banderas de libertad, defienden que el hombre tiene la libertad de ultrajar a otros en nombre de ésta. Cambian el número, de uno contra todos por todos contra muchos, pero el resultado es el mismo: la tiranía. Ahora en vez de ser de uno, es de muchos o de una mayoría. Confunden la libertad con la tiranía de la mayoría, y confunden los límites del abuso del poder del hombre con la censura de su libertad. Lo mismo que le ocurrió a Fernando VII. De nuevo vuelven a caer en el pensamiento del Monarca Absoluto y no de aquellos fusilados, pero eso sí, en nombre del liberalismo y la libertad.

Si algo nos enseñan los liberales fusilados en las playas malagueñas, es que no hay libertad sin límites. Y el que defiende una libertad ilimitada está defendiendo la tiranía de cada uno de nosotros sobre otras vidas. Por lo tanto, para vivir la libertad necesitamos algo muy importante: contención y leyes.

Hay quienes rechazan cualquier tipo de ordenación legal sobre la libertad, porque imaginan un mundo autorregulado casi por naturaleza y ante la imperfección del hombre esperan que sea perfecto o sino mejor dejarlo así. Es decir, en ley de la selva. Pero eso no conduce necesariamente a la libertad sino a la tiranía de los más fuertes. Por lo tanto, es la ley la que nos permite resistirnos a la dominación o la coacción de los otros y por tanto nos quitan el yugo del sometimiento y nos da la libertad.

En nuestros días un canto de sirena fuertemente sonado son las noticias falsas (fake news). Si libertad es la posibilidad de elegir: ¿Es más libre quien se deja arrastrar por la mentira que es la muerte de la razón y de la elección de algo inexistente? ¿Es más libre quien decide convertirse en canto de sirena para hacer que los demás caigan de sus barcos a las aguas de la falsedad? ¿Es más libre quien decide calumniar para saciar sus odios políticos o personales sobre los otros? Esto coincide más con las tendencias del Rey absoluto que por los liberales que hoy recordamos. El Rey también creía que los liberales de entonces le iban a quitar su libertad, pero lo que realmente le iban a quitar es la posibilidad de tiranía. Esto mismo sucede cuando el calumniador se enfrenta a una limitación, para él es un ataque a su libertad individual, pero es una limitación a su tiranía.

Tampoco la libertad es ser individualista, sino contribuir a que los demás sean libres poniendo cada uno de nuestra libertad colectiva para poder romper cadenas de desigualdad social y que no estén a expensas de la libertad de los afortunados o privilegiados de practicar o no la caridad con ellos, sino que sea la política el instrumento de librarnos de la tiranía de los poderosos que no dejan ser libres a los más vulnerables porque han decidido no poner ningún límite a su libertad económica. Los liberales de Málaga no defendían el sálvese quien pueda, sino que nadie tenga que salvarse. Porque si algo es la libertad, es no tener miedo.

El neoliberalismo puede confundirse y creer que por compartir etimología “libertas” del latín no van a poder aniquilar a los verdaderos liberales otra vez defendiendo la posibilidad de contagiar, mentir, ultrajar, difundir falsedad o defender que otros las difundan y calumniar en nombre de una concepción equivocada de la libertad de expresión.

A comienzos de año en el Museo del Prado contemplando el impactante realismo del lienzo de Antonio Gisbert pensaba en el cielo y en el mar que he mirado tantas veces, y recordé lo que nos decían de pequeños,bajo ese mismo cielo y mar como testigo: “la libertad de unos termina cuando empieza la del otro”. Y ahora, más que nunca siento que mis límites son la libertad de mi prójimo y que para defender la libertad tengo que defender la responsabilidad de los límites. Los neoliberales lo llaman dictadura y censura, como la que sentiría el Monarca absoluto cuando vio recortado su poder. Otros simplemente lo llamamos libertad.

Javier Moreno, politólogo.

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