La Rosa de Fuerteventura
La Rosa de Fuerteventura
La sal que nos da la vida
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En La rosa de Fuerteventura nos desplazamos hasta las Salinas del Carmen en el municipio de Antigua, donde recogemos los testimonios de dos vecinos que han conocido la actividad de esta industria que durante años supuso para la población de la isla una fuente de ingresos económicos. Se trata de Cipriano García Torres y Carmen Reyes Betancor. Nos acompaña también, en esta ocasión, el consejero de Agricultura, Ganadería y Pesca, David de Vera.

 

En el viejo almacén, entre kilos de blanquísima sal, charlamos en la radio con nuestros invitados quienes van desgranando sus recuerdos vinculados a este emblemático espacio.

Cipriano habla de su niñez, en 1954, subido a la vagoneta de hierro que trasportaba hasta 50 sacos de sal hasta el muelle. “El muelle ya no existe”, apunta por su parte Carmen, quien explica que “era de piedra seca y con el tiempo el mar lo fue diluyendo”. En la actualidad “si te fijas” se aprecia aún el muro que soportaba los railes de la vagoneta que llevaba directamente la sal hasta los barcos fondeados en la bahía.

Los chiquillos nos subíamos sobre los sacos de sal cuando estos se amontonaban para ser trasladados, “hacía abajo no había que hacer esfuerzo”, recuerda Cipriano, “pero para arriba había que empujar y era muy duro“. Miles de kilos salían de estas salinas con destino a otras islas, incluso para Lanzarote, aunque allí también habían salinas. No eran suficientes, aclara Cipriano, quien deja entrever orgulloso que un día  formó parte de un sistema que  les permitió ganarse la vida y que hoy sigue produciendo una sal de espuma reconocida como de gran calidad.

En 1954 habían hasta 4 salineros y muchas personas trabajando, asegura nuestro invitado, quien dice no recordar el numero, “unos llenaban los sacos y otros los amarraban”. Con precisión señala que su función era retirar la nata de los cocederos, “me pagaban 6 o 7 pesetas”.

No solo de la exportación de sal nos cuentan Cipriano y Carmen. De Pozo Negro salía la cal y de La Torre, también, enfatizan. En este punto, Carmen trae a la conversación lo que le contaba su abuela de cuando se exportaba la barrilla unos kilómetros más allá, en  la zona de La Guirrra, cerca del Castillo y hoy ocupado por varios hoteles.

Cuando quitaron la vagoneta y ya no venían los barcos, eran los camiones los que transportaban la sal hasta El Puerto. Desde Las Salinas hasta la actual capital de la isla, Puerto del Rosario, se veía “el reguero de sal” que dejaban los vehículos en su ir y venir, en aquel entonces, por una vieja carretera de tierra.

Cipriano y Carmen en la actualidad sienten Las Salinas del Carmen como suyas, no olvidan que no solo a ellos, a muchas familias de Fuerteventura, les dio una forma de vida.

 

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