Una de las conclusiones que se pudieron extraer del último congreso de CC fue la necesidad de trabajar por la unidad del nacionalismo canario.
Sé que suena a un mantra archipielágico en torno al que muchos llevamos años intentando idear una gestión más cercana a las necesidades de las islas; que permita elaborar un proyecto de futuro inteligente y en clave social para Canarias.
Pero les diré que soy de los que creen que esta unidad no sólo es posible, sino necesaria para progresar.
Tras la ruptura del pacto de Gobierno en Canarias vengo escuchando mil aberruntos y cabañuelas sobre acuerdos alternativos, mociones y alianzas de todo tipo.
Pero curiosamente sobre la opción nacionalista, o si se quiere, de ‘obediencia canaria’, no se ha profundizado en casi ningún sitio. Sé que es muy complicada, pero permítanme que aporte algunos puntos de vista al respecto.
Lo primero de todo es reconocer los errores. Los nacionalistas canarios hemos dedicado demasiado tiempo a desollarnos entre nosotros, en vez de a aportar en positivo por la unidad.
En estos años de alejamiento hemos sido incapaces de acordar propuestas concretas de progreso para este pueblo, porque empleábamos la mayoría de las energías en vigilar la seña del compañero para responder a su maña.
Esta dinámica de acción/reacción ha llevado a que los nacionalistas nos comuniquemos a través de agravios y mensajes indirectos, limitando las vías de diálogo a lo estrictamente formal.
La acumulación de personalismos hace que los posibles proyectos comunes cedan ante rencillas singulares elevadas, innecesariamente, a la categoría de pleitos milenaristas. Es muy triste que la sombra de la tricolor sea, hoy por hoy, casi nuestro único espacio de encuentro.
Pero por delante tenemos las oportunidades nacidas de la crisis.
La sinergia de NC y CC representaría, creo que por primera vez desde hace muchos años, una plataforma parlamentaria muy sólida; caracterizada por su autonomía con respecto a los mandatos de organizaciones radicadas en Madrid; y con enormes posibilidades de coordinación para gestionar mejoras en beneficio de Canarias ante un gobierno central que necesita apoyos parlamentarios. El entendimiento con ASG como entidad progresista y plenamente autónoma, aportaría aún más energía a esta acción.
No hablo de mercadeo.
Me refiero a reivindicaciones asociadas al déficit acumulado de financiación con Canarias. A la necesidad de asegurar ya la dotación de convenios de infraestructuras y carreteras. Y la irrenunciable recuperación del déficit histórico en financiación sanitaria.
Hablo de las políticas asociadas a la atención al sobrecoste de la insularidad, de garantizar tarifas aéreas y marítimas razonables. A que podamos decidir sobre nuestro modelo energético con autonomía sobre las multinacionales.
Tenemos que pelear incansablemente por la gestión de puertos y aeropuertos, para impedir que acaben troceados, privatizados y mal vendidos. Porque eso sí que ha sido un mercadeo centralista dirigido desde Madrid que amenaza servicios claves para la forma de vida de Canarias y degrada las condiciones laborales de los trabajadores.
Tenemos la responsabilidad de liderar una reforma del Estatuto de Autonomía con perspectiva canaria, moderno y con proyección. De asegurar un marco económico y fiscal estable y sólido, que no dependa del inquilino de turno en La Moncloa.
Hay que hacer entender en Madrid que, más que peñascos, Canarias es mar y tierra, y que las competencias autonómicas deben integrar todo este territorio. Es complicado que desde un despacho del centro de la Península puedan entender que el mar es parte de nuestra tierra: nos une y da vida.
Tenemos una responsabilidad histórica para concretar con inteligencia y diálogo hasta dónde debe y quiere seguir creciendo Canarias, porque el territorio es limitado y el asfalto insaciable.
La nueva Ley de Servicios Sociales es proritaria. Ahí deben mandar las personas por encima de las diferencias políticas; las necesidades de los vecinos antes que los números.
Debemos encontrarnos obligatoriamente en la Ley del Suelo. Hablando lo que sea necesario, estudiando y dialogado con todos, en busca de una norma que sea igual de inteligente que de sensible, nacida de los barrios y pueblos antes que en los despachos.
Estamos obligados a entendernos en acciones formativas, laborales y hasta culturales que liquiden nuestra herrumbre del siglo XXI: no podemos festejar el éxito turístico con un 25% de desempleo.
Ahí, en torno a estas claves (y seguro que muchas más) es donde está el espacio nacionalista canario. No hablo de independencia, ni de banderas, ni de repartos de cargos políticos. Hablo de gentes, de sus necesidades, de esta tierra y de su futuro.
Diluyamos personalismos y borremos agravios imperdonables.
Es ahora o, muy probablemente, ya no será nunca. Con diálogo y con programas de trabajo. Nacionalismo canario para decidir desde aquí lo que queremos para esta tierra y sus gentes.
Artículo de opinión
Mario Cabrera González.
Diputado de CC por Fuerteventura