Isabel Darias y Jorge Fleitas, memoria viva de Vallebrón

Vallebrón y la arquitectura agrícola de Fuerteventura
Vallebrón y la arquitectura agrícola de Fuerteventura
La Rosa de Fuerteventura
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Isabel Darias y Jorge Fleitas, memoria viva de Vallebrón
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Isabel Darias (Vallebron,1950) y Jorge Fleitas(La Oliva,1948), nos ayudan a entender como desarrollaban la vida la antigua sociedad de Vellebrón. Se trata de un espacio protegido con una superficie de más de 1.600 hectáreas del municipio de La Oliva, atravesado por dos barracos, Valle Largo y Valle Chico. En el recorrido por el pueblo, que partimos desde la ermita de San Juan, nos acompaña el concejal de Agricultura, Ganadería y Pesca, Rubén González.

 

Precisamente, en la pequeña ermita nos detenemos en la primera singularidad de esta población majorera. Sobre  la puerta, a ambos lados, llama la atención la imagen tallada sobre loseta, de la figura de dos ratas. Isabel y Jorge coinciden en la explicación de este hecho que tiene que ver con una antigua epidemia que sufrió la localidad de estos roedores. Esa es la historia que al menos se ha contado generación tras generación en el pueblo, aseguran.

Ermita de San Juan en Vallebrón
Ermita de San Juan en Vallebrón

De la ermita, situada en lo alto de la localidad, dirigimos la mirada al particular valle y volvemos al pasado con el relato de Isabel y Jorge. Sus voces, en el silencio del mediodía, nos transporta a un lugar verde donde prácticamente se cultivaba de todo con el agua proveniente de los numerosos pozos de la zona. ‘Alfalfa, tomateros, zanahorias, pimientos, higueras, almendros…se cultivaba de todo’, recuerda Jorge.

Todo el terreno se  dedicaba exclusivamente a la agricultura. ‘En lo alto del valle se sembraban los cereales, mayormente trigo y cebada y en la parte baja las legumbres, lentejas, garbanzos o chicharos’.

Como testigo de ese pasado agrícola permanecen en pie, en las laderas del cuchillo, los nateros, paredes de piedra para sostener el terreno y hacerlo cultivable. Hasta donde la vista alcanza son visibles estas estructuras antiguas. kilómetros de paredes de piedra, hechas a mano, generación tras generación.

Tanto Jorge como Isabel valoran la calidad de vida del espacio donde regresan los fines de semana o en fiestas, pero también reclaman que la conservación sea compatible con la posibilidad de uso del territorio. ‘No puedes hacer nada, hasta para arreglar una gavia tienes que hacer un proyecto y eso no puede ser, porque la gente se cansa’, coinciden en exponer.

 

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