A los 25 años, Margarita Ramos Betancor compró una tierra en Antigua que más de 50 años después pasea junto a Radio Sintonía mientras cuenta cómo una vida de cambios y mucho trabajo labraron el terreno dedicado a la agricultura por el que hoy camina.
Margarita ha ido a lo largo de los años convirtiendo una ladera de una montaña en un lugar conocido como “El durazno”, en zona cultivable y sumando a estas tierras, fincas colindantes con las suyas, como el Huerto viejo, un espacio donde las gavias se disponen en cascada y se mantienen verdes, a pesar del tiempo transcurrido, las viejas higueras que en su día fueron sustento de antiguas generaciones.
Desde el Huerto Viejo se extiende el paisaje, salpicado del amarillo del chirate, el verde de los cultivos, el ocre de las tierras, y el blanco de las casas, que se funden a lo lejos con el azul del mar.
Arrancamos nuestro programa de hoy de La Rosa de Fuerteventura en una gavia donde se mezcla plantas de tomates, con la papaya, las coles, los cebollinos, el hierbahuerto, el maracuyá, la hierbaluisa, las acelgas, las parras… todo lo que nos podamos imaginar que se puede cultivar en una gavia, denominadas por el biólogo y profesor Juan Miguel profesor como “jaulas de agua”.
No obstante, se presenta cada vez más difícil el desempeño de la agricultura en Fuerteventura, donde los cielos cada año regalan menos agua a la tierra seca. “La comida la tienes si la trabajas, pero para vivir no”, cuenta Margarita, quien recuerda otros años cuando las lluvias eran otras.
A pesar de todo, Margarita ha hecho de su vida su pasión pudiéndose dedicar a la agricultura y a la pesca, dos sus grandes vocaciones que le transmitieron sus padres, de la misma manera que ha hecho con sus hijos.
