Como una montaña rusa de emociones, las composiciones de Ludwig van Beethoven si por algo destacan es por la rabia constante que instantáneamente es suavizada con otros sentimientos más reflexivos que miran a la esperanza. Su gran referencia, su propia vida marcada por las bajadas a las que el compositor tuvo que hacer frente hasta su muerte.
Por suerte para la humanidad, cada subida y recaída de Beethoven nos ha dejado para el disfrute de todos nosotros piezas musicales que podemos ser capaces de reconocer entre la amalgama de sonidos aún a día de hoy. Pero la importancia de Beethoven no solo se debe a la grandeza de sus creaciones, sino también a la gran influencia que tuvo en el panorama musical de la época, acompañando al clasicismo hasta sus vestigios mientras abría las puertas al romanticismo.
Entre las nueve sinfonías completas y la décima que no pudo terminar, Álvaro Moro Lorenzo cuenta en Intermezzo en Sintonía que especial fue la sinfonía número tres, Eroica, ya que supuso un punto y aparte en la música. Un dato curioso de esta composición es que Beethoven se la dedicó en primer lugar Napoleón Bonaparte, dado que se identificaba mucho con todos los aires revolucionarios que el militar francés transmitía. Sin embargo, años más tarde Beethoven le reitaría la ofrenda musical a Napoléon cuando este último se consagra como emperador.
Aunque en el último periodo de su vida Beethoven se quedase sordo, en ningún momento significó el fin de su carrera, dado que el compositor siguió creando música hasta el final de sus días.