Covid 19, la pandemia que devaluó al mundo entero en 2020: ¿quien lo va a comprar ahora y a que precio?

Artículo de opinión

Hola de nuevo, queridos lectores. Mi intención con este nuevo artículo sobre la COVID 19 es invitar al lector a una reflexión profunda sobre qué es lo que estamos permitiendo la gran mayoría a unos pocos que mueven los hilos de un sistema que, lejos de contribuir al desarrollo socioeconómico mundial, está contribuyendo a la destrucción de nuestro planeta y a poner en riesgo el futuro de nuestra especie, de la Humanidad.

Ya he incidido en artículos anteriores sobre el hecho de que la comunidad científica viene alertando desde hace décadas sobre el peligro emergente de las pandemias. Fíjense que uso el término de comunidad científica internacional y no hago referencia a instituciones como la Organización Mundial de la Salud. Cuando utilizo el primer término hablo de conocimiento científico y de cómo este puede ayudarnos a mejorar. Cuando hablo de la Organización Mundial de la Salud, al menos en estos tiempos, hablo de como el conocimiento científico se hunde en la burocracia, en los intereses egoístas de unos pocos a costa de mucha buena gente (incluyendo a aquellos con buenos ideales que trabajan para estas instituciones) y en las vergüenzas de los gobiernos de países que se tildan de desarrollados, que enarbolan la bandera del progreso cuando, realmente, no persiguen el progreso de la humanidad en su conjunto sino que, en muchos casos y tristemente para nuestra especie y el planeta, lo único que persiguen es engordar una cuenta de resultados a costa de la desgracia ajena, con el único fin de no perder determinados privilegios.

Durante la reciente evolución de la revolución industrial dependiente de los combustibles fósiles en la que estamos inmersos y más específicamente, desde la década de los 70 hasta nuestros días, el modelo económico mundial se ha caracterizado porque grandes grupos empresariales con base en países desarrollados han desplazado sus producciones más contaminantes a países donde la normativa medioambiental es mucho más permisiva y donde las condiciones de seguridad de los trabajadores distan mucho de las exigidas en los países de origen. Paralelamente, grandes grupos de inversión privados e instituciones como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial han vendido a estos países en vías de desarrollo la quimera de que algún día alcanzarían el ansiado desarrollo, cuando en realidad, lo que han hecho es generar una deuda inabordable con el beneplácito de los gobiernos de estos países, meros intermediarios entre la ciudadanía y estos auténticos lobos de las finanzas.

Pero no nos equivoquemos, estos grandes grupos de inversión privada no se han dedicado solo a endeudar a países en vías de desarrollo. Los países de origen de las industrias migrantes a países en vías de desarrollo también están endeudados. Estados Unidos, la economía nacional hegemónica durante y después de la Guerra Fría en el mundo, siente en sus propias carnes como su deuda externa nacional ha sobrepasado en 2019 los 22 billones de dólares tras pinchar la burbuja inmobiliaria de 2008 y tras el fracaso del parche financiero impuesto como solución a la crisis inmobiliaria. Esto se traduce en el hecho de que más de 7 millones de estadounidenses tenían al menos 90 días de retraso en sus préstamos para la adquisición de un automóvil en 2019, según la Reserva Federal.

Si esto pasa con Estados Unidos, cabe preguntarse qué gobierno está exento de la deuda generada por estos grupos de inversión auspiciados por sus intermediarios: Bancos Centrales, Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, etc. Los titulares que nos ha dado el Brexit recientemente no son casuales queridos lectores. El modelo económico mundial basado en el control del petróleo y materias primas en primera instancia, seguida de la burbuja inmobiliaria y del boom tecnológico está llegando a límites muy tóxicos y no hablo solo de calidad ambiental. La pérdida paulatina de la hegemonía del dólar a la hora de hacer negocios en el mundo en el que vivimos, la fragilidad de la Unión Europea como proyecto, incapaz de ir más allá de una unión económica con muchos matices protagonizados por la deuda que, hacen de la unión política una quimera y, unido todo ello, a la desafiante posición de determinadas economías nacionales que prescinden del dólar a la hora de hacer sus transacciones comerciales, nos pone en un escenario internacional desde 2017-2018 muy complicado.

Este escenario mundial explica la apuesta de muchos países y entidades bancarias de ámbito privado por la adquisición de oro y el aumento de cotización de otros metales preciosos en los mercados. Rusia ha apostado fuertemente por apoyar a su moneda con compras masivas de oro y el Banco Popular de China, según datos de Bloomberg Intelligence y otras fuentes, se ha convertido en el segundo depósito de oro en el ranking mundial, después de Estados Unidos. Estos datos son de 2019, anteriores a la crisis generada por la COVID 19.

Sin duda, ya estábamos ante un escenario internacional muy tenso antes de la pandemia. La fundación de Bill y Melinda Gates desarrolló un proyecto para crear centrales nucleares con última tecnología que utilizarían como combustible los residuos nucleares, reduciendo el riesgo nuclear a mínimos históricos y reciclando un material muy peligroso de una manera muy eficiente. Tras culminar todo el proyecto con una inversión millonaria y casi una década de negociaciones con el gobierno chino, cuando ya se daban las condiciones para la puesta en marcha de este tipo de centrales en China, la Administración Trump impide el desarrollo de este proyecto tras declarar la guerra comercial al gigante asiático. Esto da una idea de cómo estaba el escenario internacional antes de la crisis desatada por la COVID 19.

Muchos analistas hablaban de un reseteo de la economía mundial fruto de un acuerdo entre las principales economías nacionales del mundo, volviendo al patrón oro como referencia para el valor monetario y crear así unas nuevas reglas para la economía mundial. ¿En serio alguien se cree que volver al patrón oro va a resolver los problemas socioeconómicos del mundo?, ¿no obedecerá esto más bien a la necesidad de justificar y encubrir determinadas realidades que guardan relación con la operatividad de determinados grandes grupos de inversión, que obedecen a intereses privados, pero que influyen de una manera determinante en las economías de los países, tanto en la gestión pública como privada?, ¿qué margen de maniobra tienen los gobiernos de las naciones ante el grado de libertad de acción que tienen estos grandes grupos financieros, que mueven sus capitales de un lado a otro en busca del máximo beneficio, que toman decisiones que pueden herir de muerte a la economía de un país sin contar ni tan siquiera con la voluntad de sus accionistas minoritarios, que se refugian en paraísos fiscales y tras complicadas maquinarias fiscales siempre que pueden?, ¿a quién beneficiaría la vuelta al patrón oro, a la mayoría de los ciudadanos de Estados Unidos, a los de China tal vez, al español medio o a los grandes grupos de inversión incapaces de cobrar sus deudas porque sus deudores ya no dan para más ante tanta parasitación? Y lo más importante ¿ante quienes rinden cuentas los accionistas mayoritarios de estos grandes grupos de inversión, ante los gobiernos de sus respectivas naciones, ante el FMI o ante Dios?

Y en medio de todo este escenario cae la pandemia fruto de un nuevo brote de SARS en China, la COVID 19. Pero veamos algo de historia del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS), porque uno oye hablar a reputados científicos en los medios últimamente y tiene la sensación de que esta enfermedad es nueva, vamos, que parece que la trajo a la Tierra un asteroide o algún fenómeno similar. Ginebra, 5 de julio de 2003, la OMS publica una nota de prensa en la que expone que se ha contenido la primera pandemia de SARS originada en China. La directora general de la OMS en aquellos tiempos, la Doctora Brundtland declaraba al final de dicha nota de prensa lo siguiente:

“Para prepararse para el próximo brote hay que restaurar y reforzar la infraestructura de salud pública. Se necesitan más epidemiólogos y especialistas en otros campos de la salud pública. Hay que establecer sistemas de vigilancia y respuestas mejores, que cuenten con enlaces de notificación nacional, regional y mundial robustos. El SARS nos está enseñando muchas cosas, ha dicho la Dra. Brundtland. Ahora debemos traducir esas lecciones en acción. Puede que tengamos muy poco tiempo, y tenemos que utilizarlo sensatamente.”

En aquella ocasión, el coronavirus antecesor al causante de la COVID 19 afectó a 30 países, si bien se asentó con más fuerza en países limítrofes con China. Entre 2003 y 2018 el número de pasajeros en avión ha aumentado en China un 730%. Y sí queridos lectores, aquel Coronavirus era tan o más transmisible que el que produce hoy día la COVID 19 (a datos científicos me remito). El balance final de aquella pandemia fue de más de 8000 casos diagnosticados, 774 pacientes muertos (mortalidad cercada al 10% de los afectados) y unas pérdidas valoradas entre 30 y 100 billones de euros (según Keogh-Brown y Smith en un estudio publicado en 2008).

Cito  a continuación algunos datos curiosos y muy esclarecedores en cuanto al verdadero problema y origen de la enfermedad fruto de estudios realizados sobre el brote de SARS de 2003 en China (provincia de Guandong, origen geográfico del brote): seroprevalencia detectada en vendedores de animales, 13 % (ninguno de los muestreados fue diagnosticado previamente durante el brote); seroprevalencia detectada en muestras que representaban a la población general, entre 1 y 3 % dependiendo de muestras analizadas; seroprevalencia detectada en las civetas de las palmeras provenientes de un mercado local, 80%; seroprevalencia media de civetas de las palmeras criadas en granjas, 10 % de media con un valor máximo detectado del 40 % observado en animales de un granja cercana al citado mercado.

Estos datos nos dan una idea clara de que en China, esta enfermedad tiene un ciclo salvaje protagonizado por especies de murciélagos que actúan como reservorios de la enfermedad en la naturaleza, que son migratorias, que recorren amplias distancias en el país y, por otro lado, tenemos a una serie de especies animales (hospedadores intermediarios) que constituyen una peligrosa fuente de contagio para las poblaciones humanas (a través del comercio de animales vivos en mercados o de su crianza en granjas escasamente controladas). Estas especies a su vez, generan una actividad económica importante, con inversiones nacionales y extranjeras, en China y otros países del sudeste asiático. Luego podemos decir que la enfermedad ya era endémica en China y que, contaba, cuenta y contará con un ciclo salvaje, generador en potencia, de nuevas cepas no adaptadas a las poblaciones humanas y transmisibles gracias a animales comercializados en mercados o criados en granjas, a las poblaciones humanas.

Las enfermedades endémicas no desaparecen de las poblaciones por arte de magia. Año 2012, se disparan de nuevo las alarmas en China. Otra nueva cepa de Coronavirus muy parecida a las detectadas en el brote de 2003 en China y al Coronavirus productor del MERS en Oriente Medio hace acto de presencia en China. Dicha cepa es bautizada con el nombre de EMC (2012). Todo queda en un susto más. Febrero de 2018, la OMS publica en su web las 10 enfermedades candidatas a ser las próximas pandemias, entre ellas las enfermedades provocadas por Coronavirus (SARS y MERS). Tanto la OMS como el Banco Mundial advierten de que el aumento de la pobreza y la falta de presupuesto dedicados a la investigación, prevención y vigilancia de este tipo de enfermedades favorecerán la aparición de pandemias.

Diciembre de 2019, la OMS presenta ante el mundo la nueva evolución del SARS en China, la COVID 19. La falta de eficacia, por no decir de rigor en su aplicación, de las medidas orientadas a prevenir la transmisión de la enfermedad desde las poblaciones animales a las poblaciones humanas de este tipo de Coronavirus, unido a uno de los inviernos más seco y frío que se ha dado en China en las últimas décadas, provoca un brote epidémico de proporciones muy probablemente mayores a lo notificado por las autoridades chinas. Zona del brote, Wu Han, provincia de Hubei, zona de confluencia de dos especies de murciélagos migratorias, que establecen sus migraciones siguiendo el curso del río Yangtze.

Si la pandemia de 2003 con algo más de 8000 casos provocó unas pérdidas estimadas entre 30 – 100 billones de dólares, ¿a cuánto van ascender las pérdidas provocadas por la COVID 19 que nos ha llevado a un confinamiento global?, ¿cómo es que existiendo el conocimiento científico previo, la OMS no recomendó el cierre cautelar de fronteras con China en diciembre de 2019?, ¿acaso las presiones de determinados sectores económicos así como de determinados gobiernos e instituciones internacionales influyeron en una decisión que nada tiene que ver con lo que sería recomendable en función del conocimiento científico prexistente sobre la enfermedad?.

Volvamos ahora a la economía de nuevo, ¿quiénes están ganando dinero en estos momentos tan desafortunados para la humanidad?, ¿los fondos públicos de las diversas naciones afectadas?, ¿el ciudadano medio de a pie? No queridos lectores, para ganar dinero y tomar las decisiones que mueven de verdad al mundo están los grandes grupos de inversión o más bien, sus directivos y las grandes fortunas que los amparan. Veamos muy por encima algunos ejemplos de lo que digo.

Las acciones de Amazon cotizan en el Nasdaq como nunca, por encima de los 2300 dólares, mientras el comercio tradicional ha de permanecer cerrado y mantener a sus empleados en nuestro país. Es lo que tiene el confinamiento. Lo mismo le ocurre a Netflix y otras plataformas digitales que tributan cantidades irrisorias en nuestro país en comparación con sus ingresos.

La farmacéutica Gilead, comercializadora del fármaco antiviral remdesivir, tendrá unos ingresos estimados debidos solo a este fármaco durante la pandemia de 2500 millones de euros. Black-Stone, ¿recuerdan los fondos buitres que compraron las viviendas de protección oficial en Madrid a precio de saldo? Si señor, los mismos. ¿A que no saben de dónde vienen los fundadores de esta compañía con fuertes inversiones en el sector inmobiliario mundial?, ambos trabajaban para Lehman Brothers. Han captado 9.800 millones de euros pertenecientes, en gran medida, a carteras relacionadas con fondos de pensiones públicos, para hacer inversiones estratégicas aprovechando el escenario creado por esta crisis del Coronavirus. Los causantes del aumento del precio del alquiler en muchas zonas de Madrid y otras grandes urbes del mundo, tomando decisiones que tienen que ver con los fondos públicos destinados a dotar las pensiones de millones de jubilados.

Un ejemplo claro de grupo inversor potente originario de EEUU con gran repercusión en la economía China es el Grupo Fidelity. Fundado en 1969, este grupo cuenta con amplia distribución mundial y en 2009 comenzó a trabajar como gestora de activos para el Fondo Nacional de la Seguridad Social China. ¿Pero China no era comunista, anticapitalista y antiamericana?

Ahora eso sí, cuando se trata de hablar de verdadero poder en el escenario internacional actual, sin duda hay que hablar de Black Rock. Se trata del grupo de inversión más potente del mundo (7,4 billones de dólares a finales de 2019). Sus tentáculos llegan a todos los principales focos de decisión a nivel mundial: principales bancos estadounidenses y del mundo, industria armamentística, industria petrolera, industria química (con acciones en Bayer-Monsanto, BASF, Du Pont, Linde, Arkema y Air Liquide) y aerolíneas, por citar los sectores más relevantes. Con tendencia a fomentar las tendencias monopolistas, los gobiernos del mundo tendrán que contar con ellos a la hora de tomar decisiones en campos tan delicados como el cambio energético mundial y el calentamiento global, donde ya han sido diana de muchas críticas por inacción. Y como no, tendrán que contar con ellos a la hora de tomar decisiones en los escenarios creados por esta crisis.

Cuando uno analiza toda esta información en su conjunto se pregunta cuál es el verdadero papel de los gobiernos de los países, independientemente de cómo se elijan, en un mundo como el nuestro. ¿Quiénes toman las decisiones verdaderamente relevantes para nuestras vidas y en base a qué?, ¿para qué sirven los países y sus instituciones en un mundo como este?, ¿para qué sirven los Organismos Internacionales y que intereses defienden?, ¿dónde queda el sagrado don de la libertad individual?, ¿necesitamos una vacuna llena de egos contra la COVID 19 u otros estados de consciencia que conduzcan a una realidad más Justa para todos? Esta pandemia ha devaluado al mundo, ¿quién lo va a comprar ahora y a qué precio?, esta es la pregunta del billón de dólares.

Creo que los que verdaderamente hemos sufrido las terribles consecuencias de esta enfermedad no merecemos los actos de falsa caridad que han mostrado los presidentes de China y Estados Unidos declarando que nos van a regalar una vacuna que, si se hicieran las cosas bien de ahora en adelante, lo mismo ni sería necesaria en muchas zonas del planeta. Si algo he aprendido de esta pandemia es que los miedos te impiden avanzar y ver más allá de lo cotidiano. He constatado que, a pesar de estar más conectados y tener más información que nunca, jamás un núcleo tan reducido de mentes movidas por un ego enfermizo ha tenido tanto control sobre la humanidad en su globalidad.

Creo que ya va siendo hora de que cada individuo de este planeta sea consciente del verdadero valor de su individualidad y de lo que le rodea. A lo mejor, de esta manera podríamos reducir nuestras deudas y, de paso, evitar males mayores a nuestro planeta y a nosotros mismos. Me siento como Neo en Matrix, ante la disyuntiva de elegir una de las dos famosas píldoras. Ya yo he escogido, ¿y usted?

Juan Luis Fleitas Ramón.

Veterinario y doctor en epidemiología por el IUSA, ULPGC.

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